El Tingo
La contaminación acuífera causada por los desechos tóxicos mineros ha transformado radicalmente el ecosistema regional, envenenando la tierra.
Autor – Giacomo Perna
Durante una de sus visitas a Macondo, Melquiades y sus gitanos les presentaron al pueblo lo que declamaron como la octava maravilla del mundo de los sabios alquimistas de Macedonia. Se trataba de un imán. A través de este artificio, José Arcadio Buendía esperaba poder desenterrar todo el oro de la tierra arrastrando simplemente sus lingotes por la aldea. Ojalá funcionara de verdad, pues el mundo se habría ahorrado siglos de contaminación causada por la explotación minera. Siendo así, puede que la vida de los habitantes del Tingo, hoy en día, fuera mejor.
La comunidad del Tingo, hoy en día, se encuentra sin agua. Es una situación muy controversial. Pese a que el área cuente con muchos manantiales y fuentes acuíferas, hoy en día cada arroyo o río del territorio se encuentra en un estado de contaminación crítico, según los datos recolectados durante investigaciones universitarias y los estudios llevados a cabo por CATAPA. La contaminación alcanzó un nivel exasperante: las plantas se queman debido a la excesiva acidez de las aguas.
La comunidad del Tingo nace como comunidad campesina. La economía local siempre se ha basado en la siembra y la ganadería. La situación actual impide que estas actividades puedan ser llevadas a cabo sin riesgos. Como consecuencia de la contaminación acuífera, aumentaron significativamente los casos de enfermedades, se rescontró la presencia de peligrosas cantidades de metales pesados en la sangre de los habitantes, y empezaron a surgir malformaciones jamás vistas antes en los animales recién nacidos. Y todo fue causado por la acción minera que afectó el territorio
Cada fuente acuífera de la región está contaminada. La falta de recursos aflige el área. El desarrollo socioeconómico prometido por las empresas mineras nunca se materializó.
La historia minera de la región remanda a muchos años atrás. La zona había sido ya previamente afectada por la acción minera. Los pasivos ambientales de los proyectos mineros de antaño aún afligen el territorio, amenazando el bienestar de la flora y la fauna locales. Entre ellos, cabe mencionar el proyecto San Nicolás, empezado en 1972, cuyo vestigios representan una herida todavía abierta que escarmienta el medioambiente local.
Toda el área geográfica alrededor de las minas se encuentra seriamente afectada por las excavaciones y los tratamientos de los minerales. La razón principal es que los planes para minimizar y neutralizar los efectos de los desechos tóxicos no fueron – y, como reportan los comuneros, todavía no son – respectados y, hoy en día, los habitantes de la zona padecen escasez de recursos e ingresos, además de sufrir directamente los efectos nocivos de los residuos mineros.
La comunidad del Tingo se encuentra en el distrito de Hualgayoc, en la región de Cajamarca. El área es rica en materias primas y minerales, lo que no favorece el bienestar de las comunidades. De hecho, el Tingo se ubica entre dos proyectos mineros activos que influencian directamente el desarrollo de la vida en la comunidad: el proyecto Cerro Corona, empezado en 2005 por la empresa minera sudafricana Gold Fields, y el proyecto Tantahuatay, empezado por la empresa peruana Coimolache, afiliada a la empresa Buenaventura, también peruana, que descubrió la mina en 2010.
Dichas empresas se han asentado en el territorio para explotar las ingentes reservas minerales presentes en el subsuelo: oro, plata y cobre. En un principio, ambas compañías se instalaron prometiendo mejorías y desarrollo, firmaron convenios sociales y se empeñaron en impulsar el crecimiento socioeconómico del área. Lastimosamente, según los testimonios de los habitantes, no cumplieron con sus palabras.
Lo curioso es que en Perú existe una ley de cierre de minas. Según la disposición aprobada en 2003, el estado obliga las empresas propietarias de proyectos mineros a asegurar la salvaguardia del medioambiente y cesar su actividad en aquellos territorios donde la acción minera podría causar riesgos ambientales, pero ni el gobierno ni la empresas se han empeñado en respetar – y hacer respetar – susodicha ley.
El pasto se quema debido a la elevada acidez de las aguas. Personas y animales sufren enfermedades causadas por la contaminación ambiental de las minas.
Cabe mencionar también que la región es sujeta a épocas de fuertes lluvias. Durante varias ocasiones estas lluvias han hecho que los rebalses desborden, reversando todos los relaves de las empresas mineras en los pastos y las cuencas acuíferas, generando consecuencias catastróficas. Un caso muy noto es el de Diciembre 2018, donde un derrame de relaves causó la muerte de todos los 17,000 ejemplares de truchas de la piscigranja ‘La trucha de oro’.
El problema no sólo afecta la zona del Tingo. Los arroyos que cruzan el territorio desembocan en otros ríos. Entre ellos, el río Tingo-Maygasbamba, que desemboca en el río Amazonas para luego cruzar el continente hasta el Atlántico, transportando sus venenos por miles de kilómetros.
Por lo que concierne el lado económico, tampoco la promesas hechas por Coimolache y Gold Fields parece que fueron cumplidas. Según los habitantes locales, los acuerdos estipulados no fueron respetados. A pesar de la promesa de no llevar foráneos en la región, muy pronto las compañías empezaron a contractar extranjeros para trabajar en las minas. Además, los trabajadores locales sufrieron muchas veces violaciones de sus derechos laborales: despedir un obrero autóctono parece muchos más simple que echar un extranjero. Además, no se impulsó el crecimiento de la comunidad y no se aportaron mejorías a las carreteras, que se encuentran en estados críticos. También la arquitectura local padece los estragos de la explotación minera. Las excavaciones para expandir las minas se llevan a cabo a través de continuas detonaciones, que afectan las viviendas comunitarias. Como resultado, grietas y rayaduras pueblan las paredes de muchísimas casas, poniendo en riesgo la estabilidad estructural de los hogares.
El crecimiento local no ha sido impulsado. La presencia minera causó conflictos y tensiones.
La comunidad local intenta resistir frente a las injusticias perpetuadas. De ahí las tenciones sociales que han afectado el territorio desde 2008. En efecto, la gente del Tingo se ha levantado contra la servidumbre minera y la explotación. Manifestaciones y huelgas se han sucedido a lo largo de los años, demostrando el compromiso de la comunidad local en defender sus tierras y aguas.
El pueblo se organizó de manera autónoma y pidió ayuda para publicitar la lucha y ser finalmente escuchado. CATAPA se involucró activamente en el territorio junto a su aliado Grufides, conduciendo decenas de entrevistas y recolectando muestras de agua de las fuentes. Las pruebas demostraron el alto nivel de contaminación de los ríos y arroyos que cruzan el área. La contaminación ha llegado a niveles exasperantes: es así de alta que las plantas se queman debido al exceso de ácido presente en las aguas. A través de las entrevistas recolectadas, se produjo un documental de denuncia para viralizar el caso del Tingo. Además de esto, un webinar y una campaña en las redes sociales fueron organizadas para viralizar la situación. Hoy en día, los abogados de Grufides siguen luchando al lado de los abogados de la comunidad para aportar apoyo a la causa y encontrar justicia.
La del Tingo es una historia de promesas no cumplidas y abusos. La presión de la economía central está impulsando el desarrollo del subdesarrollo en la región, relegando la comunidad a una situación de dependencia irreversible. El área se ha convertido en un oasis para la extracción minera, locus amenus donde el occidente encontró la respuestas a sus demandas expansionistas. Cuesta creer que semejantes abusos se lleven a cabo en el día de hoy. La situación en la que se encuentran los habitantes del Tingo hoy en día es intolerable, y el objetivo de CATAPA, junto a sus aliados y la comunidad, es de llevar justicia a un pueblo que por décadas sufrió los estragos del despojo.